jueves, 18 de diciembre de 2014

Johnny Palillo.

PUESTO ORIGINALMENTE EL 7-11-2009

Las mañanas de La 2 tenía un repertorio muy raro, pero de vez en cuando daba películas muy buenas. Un día te encontrabas una peli española de los años 30 en blanco y negro, con la tonadillera del momento soltando su cante, y al otro una de las mejores comedias que se han hecho. Cuando se tienen tantas ideas buenas para hacer reir en prácticamente todas y cada una de las escenas, de principio a fin, no hace falta más. Se perdona el poco presupuesto, el aspecto desaliñado de Benigni, y muy pronto uno se da cuenta de la divertida experiencia que va a disfrutar. Roberto Benigni es Dante, un pobre hombre conductor de autobuses que también tiene ingenio para estafar al seguro médico inventándose un tic. Es una divertida secuencia la de la visita del inspector, pero sólo es el principio. No hay que perderse ni un segundo porque todo tendrá relación en el futuro, hilvanada de forma magistral. Pasará con los temas médicos, con los plátanos...
















Dante tiene un carisma mundano que le hace vivir la vida con optimismo, a pesar de los problemas. Es por eso que se confía y se enamora de María (Nicoletta Braschi) que al atropellarle queda asombrada por lo mucho que se parece a su mafioso de Palermo, Johnny Palillo (Benigni de nuevo), recluído en el sótano de una gran mansión por estar en busca y captura por sus rivales. El plan es llevar allí al señuelo, ponerle un palillo en la boca y pintarle un lunar igual, y soltarle por las calles a esperar que le liquiden y den por muerto al criminal. Por eso le llama Johnny, le invita a la casa de 'esa ciudad con un gran problema, lo que da mal nombre a Palermo: el tráfico'. No tardarán en llegar las peligrosas correrías por la ciudad, los malentendidos con altos cargos de la política, la policía o el frutero, y gente que le confunde con el mafioso y flipa al verle campar tan tranquilo. Benditos malentendidos si dan para tanto. Por ejemplo el careto que se les queda a los de la comisaría cuando vuelve a por el plátano que robó 'Caput. A usted y a toda su familia. ¿Capisci?'. O el asunto con el tío de María, y su problema de diabetes que se arregla con una medicina especial en polvo. El caso es que el hombre tiene suerte y sale vivo de situaciones comprometidas, tiroteo incluído, mientras el verdadero Johnny se desespera por seguir encerrado sin poder vengarse de su gran rival, Cozzamara.















Vamos viendo escenas muy divertidas autorreferenciales en el teatro, en la cena de bienvenida, y lo mejor, todo lo que ocurre en el palacio de la jet set con las personalidades allí presentes; un obispo, un político que cojea, o lo de '¿Quién es usted?'. 'Soy la mujer del ministro.' 'Pues enséñenos su ministerio...' Al final resulta que María se ha ido apiadando del chico que en el fondo es de buen corazón. Eso unido a la aversión de Johnny a los besos será la perdición del malo, o a lo mejor la chica tenía pensado desde el principio lo que realmente sucede en los últimos minutos, y todo sin que se de cuenta Dante que vuelve contento a contarle a su amigo Lillo el viaje maravilloso a su manera de verlo, claro. Todo ésto pasó en el 91, y poco después, en el 94 El monstruo. Una parecida que también es divertidísima aunque no pasan tantas cosas. El Benigni pre-Oscar era más humilde, pero igual de sobresaliente en crear un universo que se autoalimenta para ganarse al espectador a base de acumular genialidades y muchas carcajadas. Por supuesto la historia en sí de La vida es bella la hace más grande como película, pero hay que ver las otras para disfrutar y entender que no todo era casualidad.

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