PUESTO ORIGINALMENTE EL 7-11-2009
Las mañanas de La 2 tenía un repertorio muy raro, pero de vez en cuando
daba películas muy buenas. Un día te encontrabas una peli española de
los años 30 en blanco y negro, con la tonadillera del momento soltando
su cante, y al otro una de las mejores comedias que se han hecho. Cuando
se tienen tantas ideas buenas para hacer reir en prácticamente todas y
cada una de las escenas, de principio a fin, no hace falta más. Se
perdona el poco presupuesto, el aspecto desaliñado de Benigni, y muy
pronto uno se da cuenta de la divertida experiencia que va a disfrutar.
Roberto Benigni es Dante, un pobre hombre conductor de autobuses que
también tiene ingenio para estafar al seguro médico inventándose un tic.
Es una divertida secuencia la de la visita del inspector, pero sólo es
el principio. No hay que perderse ni un segundo porque todo tendrá
relación en el futuro, hilvanada de forma magistral. Pasará con los
temas médicos, con los plátanos...
Dante tiene un carisma mundano que le hace vivir la vida con optimismo, a
pesar de los problemas. Es por eso que se confía y se enamora de María
(Nicoletta Braschi) que al atropellarle queda asombrada por lo mucho que
se parece a su mafioso de Palermo, Johnny Palillo (Benigni de nuevo),
recluído en el sótano de una gran mansión por estar en busca y captura
por sus rivales. El plan es llevar allí al señuelo, ponerle un palillo
en la boca y pintarle un lunar igual, y soltarle por las calles a
esperar que le liquiden y den por muerto al criminal. Por eso le llama
Johnny, le invita a la casa de 'esa ciudad con un gran problema, lo que
da mal nombre a Palermo: el tráfico'. No tardarán en llegar las
peligrosas correrías por la ciudad, los malentendidos con altos cargos
de la política, la policía o el frutero, y gente que le confunde con el
mafioso y flipa al verle campar tan tranquilo. Benditos malentendidos si
dan para tanto. Por ejemplo el careto que se les queda a los de la
comisaría cuando vuelve a por el plátano que robó 'Caput. A usted y a
toda su familia. ¿Capisci?'. O el asunto con el tío de María, y su
problema de diabetes que se arregla con una medicina especial en polvo.
El caso es que el hombre tiene suerte y sale vivo de situaciones
comprometidas, tiroteo incluído, mientras el verdadero Johnny se
desespera por seguir encerrado sin poder vengarse de su gran rival,
Cozzamara.
Vamos viendo escenas muy divertidas autorreferenciales en el teatro, en
la cena de bienvenida, y lo mejor, todo lo que ocurre en el palacio de
la jet set con las personalidades allí presentes; un obispo, un político
que cojea, o lo de '¿Quién es usted?'. 'Soy la mujer del ministro.'
'Pues enséñenos su ministerio...' Al final resulta que María se ha ido
apiadando del chico que en el fondo es de buen corazón. Eso unido a la
aversión de Johnny a los besos será la perdición del malo, o a lo mejor
la chica tenía pensado desde el principio lo que realmente sucede en los
últimos minutos, y todo sin que se de cuenta Dante que vuelve contento a
contarle a su amigo Lillo el viaje maravilloso a su manera de verlo,
claro. Todo ésto pasó en el 91, y poco después, en el 94 El monstruo.
Una parecida que también es divertidísima aunque no pasan tantas cosas.
El Benigni pre-Oscar era más humilde, pero igual de sobresaliente en
crear un universo que se autoalimenta para ganarse al espectador a base
de acumular genialidades y muchas carcajadas. Por supuesto la historia
en sí de La vida es bella la hace más grande como película, pero hay que
ver las otras para disfrutar y entender que no todo era casualidad.
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