miércoles, 4 de junio de 2014

Stephen King: El perro de la Polaroid.

PUESTO ORIGINALMENTE EL 18-4-2009

Segunda historia de dos. El libro Las cuatro después de medianoche. La primera El policia de la biblioteca trataba sobre la persuasión. Ahora es tema es la relación padre-hijo:

El perro de la polaroid.

Bienvenidos al cumpleaños de Kevin Delevan. Quince años y su familia (papá, mamá y hermana menor Megan) le han preparado todo el paripé habitual con tarta y todo eso que el chico ha de pasar hasta llegar al momento que espera con ansia: los regalos, uno en particular la Sun 660, una cámara de fotos Polaroid.

Como es muy agradecido, la primera foto quiere hacérsela a los que le han otorgado tan deseado presente. Flash, papel fuera, y todos rodeando la foto mientras se impresiona. Lo que vieron al aparecer la imagen fue lo bastante raro para que al sobresaltarse el señor Delevan tirara al suelo la cámara sin querer, que estaba al borde de la mesa. Una serie de catastróficos hechos de causa-efecto en medio segundo acabó con varios accidentes y golpes cómicos en los que Meg y la tarta se llevaron la peor parte. Superados los accidentes, un rato después sobre la mesilla contemplan el montoncito de fotos que han sacado para comprobar el extraño hecho: todas las fotos son iguales, pero no muestran lo que se veía en el visor la primera vez que se utilizó. En cada foto lo que se ve es la fachada de una casa, parte frontal, desde el otro lado de la calle. Se ve la valla de estacas, la acera, algo de carretera, y en una esquina una sombra con forma de animalejo que en cada foto avanza hacia el centro y luego hacia el fotógrafo que debe estar delante de la casa tomando esa foto. Y cada vez el perro (resulta que es eso) es más grande y se advierten las peores intenciones.

Kevin le dijo a papá que quiere pensar unos días qué hacer con una cámara tan inútil, que sea donde sea el lugar donde se dispare, aunque sea en interiores (la mayoría de las fotos hechas hasta ahora ha sido en el salón familiar) simpre sale la misma imagen, bueno casi que el chucho sigue avanzando. Pueden devolver la Polaroid, pero a Kevin se le ha ocurrido una idea: consultar a alguien experto en temas poco convencionales, por así decirlo. ¿Y quién mejor que Papi Merrill, ese señor de la tienda Emporium Gallorium, de trastos y antigüedades?. Un tipo con aspecto de viejo científico que ha estado presente en un par de obras anteriores de Stephen King, y ya le conocemos sus trapicheos de vendechuflas y negocios semi-ilegales. Esto no lo sabe el joven Kevin, ni tampoco sabe que su padre, el señor Delevan el perfecto pater familia de reputación intachable tuvo hace años un asunto con el viejo Merrill, en el que un préstamo de altos intereses salvó de una buena al señor delevan. No hay que apostar sobre deportes sin saber, eso es lo que quiero decir.

Kevin entra en la tienda y hace partícipe del misterio al señor Merrill, que en seguida planea en su mente como hacer negocio y también la forma de llevar el asunto para que el joven no se entere. Tiene una lista de personas que creen en fenómenos paranormales, y las irá visitando con la cámara para que vean las aptitudes de la Polaroid con sus ojos. Por una razón u otra todos le dan largas, porque una cosa así lo más lógico es que sea un timo o un error. Afortunados ellos, desgraciados Papi Merrill y Kevin que han pasado más de un día con la maldita Polaroid, o Polaroid maldita que provoca el mismo efecto que el anillo de Tolkien o el Red Bull: adicción. Por eso el viejo timador hizo un cambio con otra cámara igual sin que se dieran cuenta los Delevan, y ahora es él el gollum que no para de sacar fotos (incluso en estado de sonambulismo) y el perro de la imagen que está ya muy cerca, a punto de saltar y agredir al virtual fotógrafo. Sólo hay un detalle que si Merrill creyera le preocuparía mucho, la teoría de Kevin de que el perro saltará a nuestro mundo real y con su aspecto cada vez más monstruoso a quien se cargará será a los presentes...

No hay comentarios:

Publicar un comentario